LA RUTA

RECORRIDO

El recorrido de la “Ruta del Caminante” que aquí estudiamos podemos dividirlo en tres frases:

(1) Una primera, que incluye Villa del Rosario, Cúcuta y Los Patios. Estos tres municipios tienen una altitud media de 300 mts, con una temperatura media de 28 grados centígrados, que alcanza los 35 o 38 grados centígrados al mediodía. Este trecho presenta varios riesgos para los caminantes, incluyendo extorsiones y abusos de grupos armados en la frontera, engaños de parte de transportistas y agresiones de parte de los “hinchas”.

(2) Una segunda, que podríamos delimitar desde la alcabala de salida de Los Patios hasta Pamplona, incluyendo Chinácota, Bochalema y Pamplona. Este tramo va en subida,  mientras las temperaturas bajan. Al llegar a la ciudad de Pamplona, se alcanzan casi 2600 metros y la temperatura promedio es de 14 °C. Este es el tramo donde existe el mayor número de puntos de ayuda, ubicados regularmente a un costado de la carretera, evitando entrar en las ciudades o comunidades aledañas. Al mismo tiempo, este trecho presenta muchos peligros relacionados a la ruta, como accidentes de tránsito, extorsiones y manipulaciones para subir a un transporte sin garantías de protección física, así como la presencia de los “hinchas”.

(3) Una tercera, que comienza desde Alto Pamplona y culmina en el Páramo de Berlín, en donde se alcanza una altura de más de 3200 metros . El clima típico del páramo se caracteriza por ser frío a extremadamente frío, con temperaturas mínimas por debajo de 0ºC y máximas en 15ºC. Además, hay abundantes lluvias que dificultan los avances y obligan al resguardo. Este trecho es a la vez el más difícil de realizar físicamente y el que menos ayudas presenta, sin casi ninguna presencia de cooperación internacional hasta llegar al Páramo de Berlín, y tan solo con dos puntos muy precarios de acogida de parte de la sociedad civil. Este trayecto incluye los peligros de la etapa anterior, aunque se agregan los riesgos de hipotermia, náuseas, deshidratación, además de la extenuación física, las heridas de los pies, el desgaste de la ropa, la ausencia de vestimenta adecuada y el rechazo o desconfianza de las comunidades de acogida. Como pudimos constatar, no solo existen obstáculos geográficos sino también socioculturales, o (des)encuentros con un nuevo sistema socioeconómico que comienza desde las trochas.

La trocha

El primer punto del primer viaje fueron las “trochas”, cruces no oficiales que son los espacios de tránsito más usados actualmente por los caminantes venezolanos . Las trochas principales se ubican en el corregimiento La Parada del municipio de Villa del Rosario. Si buscamos la definición oficial de trochas, la Real Academia Española nos ofrece dos: la primera, que indica que es “vereda o camino angosto y escusado, o que sirve de atajo para ir a una parte”; y la segunda, como un “camino abierto en la maleza”. Si revisamos este concepto con las trochas en Sudamérica, especialmente aquellas entre Colombia y Venezuela, podríamos proponer un nuevo acercamiento a estos conceptos, para adaptarlo a la realidad de estos países y de los caminantes. Así, pues, ampliando la definición de la RAE, las trochas son caminos abiertos en la maleza en los que no existe ningún tipo de control estadal y que sirven para el paso de personas indocumentadas o el tráfico de mercancías.

Por estas características, las trochas no solo son atractivas para caminantes, sino que también existe una presencia importante y diversificada de grupos armados irregulares que las utilizan o que las han utilizado, incluyendo el Ejército de Liberación Nacional (ELN) , el Clan del Golfo , Los Rastrojos , los Pelusos  y el Tren de Aragua , así como de los “trocheros”.* Estos últimos se ocupan de cargar el equipaje de las personas, guiarlas y cobrar una comisión por este trabajo. Sin que exista una colaboración o integración explícita entre los diferentes grupos, los trocheros de la zona que entrevistamos conocen y siguen las normas que establecen estos grupos armados. Por ejemplo, en quiénes pueden realizar ciertos tipos de actividades (incluido el trabajo de trochero), en las comisiones que deben pagar, en los permisos que deben pedir y la gestión general de estos espacios. Para conocer estos lugares, tuvimos que ser acompañados de un trochero conocido en la zona porque “es respetado por todos los grupos”, según él nos explicaba.

Entre Colombia y Venezuela, en el departamento Norte de Santander, hay más de sesenta (60) trochas . La cantidad de trochas viene acompañada con su variedad de “oferta”: existen trochas de lujo por donde pasan representantes gubernamentales de ambos países, trochas donde hay mayor circulación de estupefacientes, trochas para el contrabando de mercancía y medicinas, trochas donde hay un mayor paso de caminantes y trochas donde estas actividades se mezclan. Algunas personas entrevistadas nos comentaban que la frontera entre ambos países puede entenderse como una gran trocha, debido a la normalización de los intercambios y funcionamientos sin ley ni regulación, que dependen del equilibrio de fuerzas y acuerdos tácitos (o silenciosos) entre los grupos que dominan la zona. La trocha no solamente es un paso irregular, sino también un espacio para hacer economía y sobrevivir, tal como lo describen comerciantes, trocheros y caminantes que entrevistamos. Entre ellos, una mayoría describe esta forma de hacer vida como “una experiencia insegura, precaria” y constantemente “en tránsito”, que se prolonga en la ruta, o mejor dicho, entre la berma y el precipicio.

La ruta, entre la berma y el precipicio

Luego de la trocha, el siguiente espacio de la ruta es la autopista o carretera, que lleva hasta el Páramo de Berlín. En los primeros kilómetros se pueden observar muchos negocios y tiendas en Los Patios. Después, al alejarnos de esta zona, nos damos cuenta de que no existe un camino, no hay pavimentación en la acera y que los riesgos de ser atropellado por automóviles (carros o gandolas, mejor conocidas como  “mulas”) son bastante altos para una persona desprevenida o cansada.

Luego de atravesar la alcabala de Los Patios, se agrega un riesgo más: uno de los costados de la carretera colinda con el precipicio de la montaña. Al avanzar varios kilómetros en la autopista encontramos que existen grandes intervenciones de infraestructura en este trayecto, lo que genera ciertas vías cerradas, tráfico de vehículos pesados y una cantidad masiva de polvo y tierra en el aire, que afectan la visibilidad, así como la salud de las personas que no están dentro de los vehículos. Como sugieren Dalakoglou y Harvey (2012): “las carreteras surgen como interfaces, negociando, pero también creando y consolidando límites y fronteras” .  En nuestro caso, la diferencia entre quienes pueden rodar y quienes deben caminar marca una frontera del privilegio de la ciudadanía y la exclusión de la precariedad.

Inclusive, los espacios a los que nos referimos como “la ruta de caminantes” nos muestran que, en realidad, no hay una tal ruta en concreto ni en pavimento, a excepción de la berma, que tiene dimensiones muy pequeñas. De hecho, los caminantes están fuera de la ruta demarcada en los mapas, que aparece como una autopista, una carretera, un espacio privado o, en su defecto, un precipicio de la montaña. Esta condición nos remite a la idea de “no-lugares”.

Los no-lugares: ruta y espacios de atención

A partir de las características que hemos señalado sobre el trayecto, pudimos identificar que la ruta del caminante puede ser calificada como un “no-lugar”. Según  Marc Augé (2004):

Si un lugar puede definirse como identidad, relación e historia, un no-lugar se definirá como un espacio sin identidad, relación o historia (…) Un no-lugar es un espacio intercambiable donde el ser humano permanece anónimo. Algunos ejemplos son los medios de transporte, las grandes cadenas hoteleras, los supermercados, las áreas de servicio de las autopistas, pero también los campos de refugiados. La gente no vive en estos espacios y no los hace suyos, sino que tiene una relación de consumo con ellos.” (Augé, 2004, traducción y negritas propias)

Una de las características del “no-lugar”, en relación con los caminantes, es que existe un control de la identidad, en donde las personas están obligadas constantemente a probar su inocencia. En la ruta del caminante encontramos, por ejemplo, cómo los criterios de inocencia son convenidos entre aquellos que pueden o no acceder a las ayudas, o al transporte humanitario. Inclusive, estos criterios están fuertemente determinados por los criterios oficiales de la identidad individual (es decir, aquellos que figuran en las tarjetas y están registrados en ficheros del gobierno o la cooperación internacional). El criterio de inocencia también se manifiesta de otra forma: el caminante sólo es lo que hace o vive como pasajero; en otras palabras, los accidentes y abusos que vive en la ruta son igual de volátiles que su condición jurídica.

Adicionalmente, la noción de “no-lugar” nos permite comprender la situación del caminante como una vivencia humanitaria muy particular.  Por un lado, encontramos que la ruta es un constante “estar afuera”, sin protección, sin retención. La ruta sería lo contrario a un campamento humanitario, donde se puede ofrecer una estabilización de las vidas precarias. Por otro lado, constatamos que los albergues, que buscan dar refugio al caminante y estabilizar su trayecto son muy pocos. Estos albergues buscan brindar un mínimo de condiciones para que el caminante pueda seguir, pero no tienen las capacidades ni la vocación de orientar su integración al nuevo país, ni de facilitar las durezas de la ruta. Por estas razones, la ruta del caminante se puede considerar como un “no-lugar”, ya que nadie puede vivir en ella, ni formar o expresar su identidad.

A pesar de que la ruta del caminante ha sido visibilizada por actores de la sociedad civil, incluyendo a Marta Peláez, Douglas Cabeza, Vanessa Peláez, sus asociaciones, junto a otras que han desaparecido por falta de medios económicos, la mayoría manifiestan que fueron dejadas de lado en la respuesta de la cooperación internacional. Esto se puede comprobar cuando observamos los mapas que se han elaborado, en donde no aparecían hasta muy recientemente. Inclusive, en los mapas donde aparecen, las asociaciones locales informan que no se les consultó, ni participaron en reuniones para establecer de qué manera se relacionarían con la cooperación internacional, a pesar de ser estas quienes han estado promoviendo la protección de personas en esta ruta. ¿Existen, entonces, diversas rutas humanitarias?

¿Dos rutas humanitarias?

En la actualidad, la mayor parte de los recursos son gestionados en el marco de una respuesta burocrática coordinada entre gobernaciones y ayuda internacional. Muchas de las organizaciones no gubernamentales (ONG),  nos expresaron que han sido dejadas de lado en la respuesta humanitaria. Dicha situación tiene varias consecuencias negativas en la ruta del caminante, considerando: (i) la capacidad de rendimiento de las ONG, que funcionan 25 horas al día, 7 días a la semana, mientras que los horarios de la cooperación internacional son generalmente 8 horas al día y muchos funcionarios no trabajan los domingos ni festivos; (ii) la flexibilidad y agilidad con la que trabajan las ONG, pudiendo adaptar sus espacios a pocas o muchas personas, así como pocos o muchos recursos, sin depender de grandes proyectos, financiamientos o decisiones gubernamentales; (iii) la capacidad a reducir la xenofobia in situ, ya que pueden tener más diálogo, interacción y interrelación con las comunidades, siempre y cuando sean apoyados por diversos organismos locales; (iv) la posible complementariedad con la cooperación internacional, teniendo en cuenta los tipos de atención, así como la información que puede ser distribuida desde distintos puntos, en lugar del reemplazo de actores.

Si bien la relación entre organizaciones no gubernamentales (ONG), gobierno y cooperación internacional no hace parte del alcance de este estudio, resulta importante mencionar que estos acuerdos (o ausencia de ellos) impactan sobre la respuesta y organización de la ruta humanitaria para los caminantes. Por ejemplo, pudimos constatar una competencia de la cooperación internacional con las ONG para que fueran las primeras quienes reciban en su mayoría el flujo de caminantes. Igualmente, vemos el riesgo de que la falta de implicación de las ONG en la respuesta humanitaria convierta esta respuesta en una recepción netamente burocrática de los caminantes, es decir, dentro de horarios de trabajo de la cooperación o gobierno (desde las 7am hasta las 4pm) y con restricciones respecto a qué tipo de personas pueden ser recibidas (“regulares” o “irregulares”) así como la ayuda que se le pueda brindar y su duración, ya que la cooperación internacional solo se puede brindar una ayuda que no se repite, la cual queda registrada en una base de datos (recordemos que en los no-espacios la persona se convierte en una ficha con criterios oficiales de reconocimiento). De igual manera, el tiempo de estadías en albergues de cooperación internacional es muy delimitado, así como sus cupos.

Para comprender, entonces, los problemas de la ruta es necesario comprender quiénes son los actores que hacen vida en este ecosistema.

ECOSISTEMA

Trocheros

Un trochero es una persona que se dedica a cargar mercancía o equipaje sobre su cuerpo y que sirve como guía o acompañante en las trochas. Estas últimas, como definimos en el primer apartado, son caminos abiertos en la maleza en los que no existe ningún tipo de control estadal y que sirven para el paso de personas indocumentadas y, en nuestro caso, caminantes. Por sus actividades, un trochero podría acercarse a un « smuggler », o “pasador”. Tal como el smuggler, el trochero comparte la misma condición que el caminante: generalmente están indocumentados y llegaron hasta allí caminando. Ser trochero no es una vocación ni una oportunidad laboral, es “la única forma de sobrevivir en este lugar”, dice una persona entrevistada. No obstante, el trochero se diferencia del smuggler en que el primero se ocupa de la protección del equipaje, más que de las personas.

“Caracas”, un trochero líder en la zona de La Parada, nos describe el tipo de vida que lleva y cómo llegó a esta ocupación.

Entrevistador: ¿Cómo es la vida de un trochero en La Parada?

Caracas: “Eso aquí si es un poco delicado ¿por qué? Porque todos queremos trabajar, acuérdate que todos somos venezolanos y todos queremos trabajar, todos estamos en una lucha, entonces ¿cómo es el trabajo?, tenemos que correr detrás de un taxi para ganarnos la voluntad de llevarle las mismas maletas, los mismos equipajes a los mismos venezolanos igual que nosotros hacia el lado venezolano, donde uno le cobra no por maletas sino por el bulto completo, le podemos cobrar 40 pesos, 50 pesos, 30 pesos, eso depende de la persona si trae plata o no trae plata, si no trae plata yo mismo me atrevo a decirles que los he llevado hasta gratis. Sí, yo me he montado un bulto gratis para allá, para Venezuela, y así sucesivamente es el diario aquí, entonces también hay otras cosas, por ejemplo, que el trabajo es delicado. ¿En qué manera? nosotros corremos en una autopista que eso es realmente…. nosotros mismos lo sabemos y tenemos en cuenta eso,  eso es prohibido, estamos corriendo en una vía pública, pero aquí tienen que entender que lo hacemos en Venezuela y así día a día sobrevivimos, entonces si cuatro agarramos el saco y de repente es un solo saco que se arma, va a querer salir es un solo trochero. 

Lamentablemente vienen las discusiones, peleas, las groserías, porque todos queremos el trabajo, entonces yo en este caso lo pongo fácil, le digo al cliente decida usted quién quiere que le haga el trabajo y así yo no peleo con nadie. A veces el cliente me elige a mí, puede elegir otro compañero mío, y al a que elija los demás tienen que abrirse y él es el que saca el trabajo y así, ese es el día a día aquí y lamentablemente con esto que lo tengo que decir, hay que entrarnos hasta a coñazos por el viaje, se ve feo porque somos los mismos venezolanos”.
(“Caracas”, 30 años, La Parada, 2021)

 

Caracas, como muchos trocheros, llegaron a esta ocupación ya que no consiguieron otro empleo en la ciudad. En su ciudad de origen, Caracas, por eso lleva ese nombre, se dedicaba a ser barbero. A raíz de la crisis decidió migrar a pie y fue un familiar quien lo invitó a realizar un primer trayecto en la trocha. Desde ese momento, no ha logrado conseguir trabajo en su profesión, ni tampoco ahorrar suficiente dinero para continuar su travesía hacia otra ciudad de Colombia o volver a Venezuela con su hijo. Por sus condiciones, el trochero podría acercarse a la figura del “caminante-que-se-queda” en un no-lugar, en donde no cuenta con ciudadanía ni protección, de manera prolongada.

Transportistas y “agencias de viaje”

En los dos viajes que realizamos, logramos identificar dos figuras principales que ofrecían un servicio de transporte a los caminantes. 

A. La primera, los “transportistas”, que incluía a personas individuales que se dedicaban a buscar caminantes en puntos estratégicos de Cúcuta, Los Patios y Pamplona, para llevarlos en gandolas o grandes camiones. Por lo general, el transportista es venezolano y tiene una afinidad con otros venezolanos, lo que permite crear confianza y seguridad. De hecho, un transportista que entrevistamos nos explicaba que realizaba ese trabajo como una responsabilidad social y una labor humanitaria. A pesar de este compromiso, los transportistas cobran una comisión por cada viaje a los caminantes. Un transportista que entrevistamos nos explicó en qué consistía su ocupación:

Yomar: Primero les pregunto de dónde vienen, de qué estado vienen, y como nosotros [los venezolanos] somos jodedores, entonces les digo “oye los chavistas se están viniendo” y ellos lo que hacen es reírse, entonces yo vengo, los atiendo, mira yo les presto este servicio. Yo empecé montándolos Pamplona –Bucaramanga hasta Parque el Agua o el terminal, y hay unos que corren con suerte que se van hasta Medellín hasta donde llegan las mulas por un valor de $10.000 que no es dinero ya, porque $10.000 pesos pasó a ser 1.000 pesos, yo que conozco la economía y les ofrezco la ayuda, a veces le ofrezco un servicio de baños, este para que se queden aquí, en este espacio que ustedes ven, cuántos no han dormido aquí por el frío, gente que llora…
El primer motivo para realizar esto fue hablar con Dios, porque yo hablo mucho con Dios y esto es pasajero, lo que está pasando y le dije a Dios, bueno voy a prestar este servicio, bienvenidas las críticas, porque a veces me juzgan, me critican porque piensan que yo estoy robando a los hermanos venezolanos, yo a veces no les digo ni caminantes, son hermanos venezolanos, quitarle 10.000 pesos de aquí a Bucaramanga, eso es un regalo en mula, gandola o autobús ahora hoy en día, hay unos que no los tienen, y uno mismo, yo les pago el pasaje o yo hablo con el chofer y le digo llévenlo que esa gente está… hoy les tocó a nosotros no sabemos a quién le va a tocar mañana porque no sabemos. 
(Yomar, 42 años, Pamplona, 2021)

B. La segunda figura eran las agencias de viaje. Su nombre resulta engañoso, ya que las agencias de viaje generalmente son negocios que proponen planes organizados a otros países con la idea de vacacionar. En este caso, las “agencias de viaje” eran redes informales de personas que trabajaban para ofrecer un transporte a personas indocumentadas a lo largo de su trayecto migratorio, desde Venezuela hasta Chile. Se trata de un tipo de organización más colectiva y más bien horizontal, ya que funcionan en varios puntos de ciudades en donde dependen de personas locales para recibir y montar a caminantes en nuevos autobuses coordinados por su red. Esta red no es ilegal ni controlada por una “cabeza”, sino que consiste en un conglomerado de actores que trabajan unidos donde cada uno toma un porcentaje por viaje. En general, la manera de ponerse en contacto es a través de grupos de WhatsApp o grupos Facebook, en donde ofrecen sus servicios.

Actores humanitarios

Como mencionábamos en secciones anteriores, la sociedad civil (es decir, organizaciones no gubernamentales y fundaciones) fue la primera en movilizarse para responder a las necesidades de los caminantes. Posteriormente, las vulnerabilidades y riesgos en la ruta para los refugiados venezolanos comenzaron a alertar al gobierno y a la plataforma del Grupo Interagerancial de Flujos Mixtos Migratorios (GIFMM), quienes decidieron establecer puntos de atención para los caminantes.

Los espacios humanitarios se encuentran actualmente divididos en dos grupos: el primero, con las organizaciones locales y/o sociedad civil, quienes luchan por mantener sus espacios de acogimiento, con pocos recursos y pocas alianzas, y que han logrado mantenerse ya que representan los lugares más conocidos para los caminantes; el segundo, gestionado por la cooperación internacional, quienes están construyendo cada vez más espacios de atención y acogimiento, desde mediados de 2021.

Organizaciones locales y/o sociedad civil

Las historias sobre cómo empezaron a trabajar las asociaciones, fundaciones y/o organizaciones no gubernamentales (ONG) tienen similitudes. Martha Duque, reconocida por su labor en medios nacionales y por la cooperación internacional, ya que gestiona uno de los albergues que más personas venezolanas ha resguardado, nos explica que comenzó su labor habilitando un pequeño espacio frente a su casa:

Martha Duque: Siempre me acuerdo de ese día, yo los veo allí, debajo del puente cubriéndose un poco de la lluvia y mojándose. Frente a mi casa tenemos una casita de madera y yo le digo a mi esposo: “ay mire, César, esa gente ahí con tanto frío mojándose… ¿Por qué no sacamos el carro de la casetica y los dejamos quedar allá? Mire yo tengo unas colchonetas por acá, vamos a acomodar eso allá, porque en realidad eso es un piso de tierra como para guardar un carro eso no era habitable para nada”, entonces él me dijo “vamos, vamos”. Bajamos, sacamos el carro y los metimos a ellos y los acomodamos y nos vinimos contentos de haber hecho esa obra y realmente eso fue en el 2015. Desde ese entonces, el que no volvió entrar a la caseta fue el carro, porque todos los días llegaban personas y empezó a seguir llegando mucha gente”.
(Martha Duque, albergue en la entrada de Pamplona, 2021)

Luego de su retorno a Colombia, desde Venezuela, Vanessa Peláez nos explica que como retornada colombiana se comprometió con acompañar a las personas que deciden “comenzar desde cero”, haciendo referencia a los venezolanos:

Vanessa Peláez: Esta etapa la comencé hace más de 4 años y medio. Este proceso de recibir caminantes en la casa no lo comencé yo, lo comenzó un familiar cuando evidenciamos varios grupos de caminantes. Uno de los motivos es porque nosotros somos retornados colombianos. Este ha sido uno de los motivos por lo que yo quise colocar un albergue y porque mi hija es venezolana, yo viví más de 9 años en Mérida. Yo sé qué es empezar de cero. Ese el motivo y lo que me mantiene a hacer esta labor humanitaria. Entre las acciones, pues, comenzamos hace muchos años llevando muchas personas a la casa. Empezamos con un grupo muy pequeño de 5 personas. Lo máximo que hemos tenido son 72 personas. Después de dos años yo quise colocar un lugar y dar una asistencia diferente al migrante. Allí fue cuando decidí colocar esta casa, toqué muchísimas puertas a todas las personas que yo conocía, porque  no tenía cómo colocarla. Hasta que conocí a una señora de Cúcuta y ella me dijo: “si usted coloca un lugar yo le pago su casa”.
(Vanessa Peláez, albergue en Pamplona, 2021)

Las organizaciones locales han estado desde la aparición de los primeros grupos caminantes en la ruta, bien sea porque llegaron muchas personas frente a sus casas y se sensibilizaron con la situación, o porque se sintieron identificados con estas personas por su propia experiencia migratoria. Muchos albergues han trabajado desde la precariedad, sin poder ofrecer un “servicio” de estadía, sino una acomodación apenas más confortable y segura que la autopista, complementado con algo de comida. La manera de organizarse económicamente ha sido desde las donaciones, lo que hace muy inestable la cantidad de comida o de objetos que pueden gestionar. 

Por estas razones, muchas veces se les ha calificado como proveedores un servicio deficiente, que no cumple con estándares de acogimiento o con una gestión de productos más transparente. Asimismo, el gobierno local de Pamplona, junto con Secretaría de Salud y policía, ha realizado varias visitas en estos albergues para verificar si hay situaciones de tráfico de estupefacientes u otras irregularidades. Este tipo de acciones, que podemos considerar criminalizantes, han tenido un impacto negativo sobre las dinámicas de acogimiento en la ruta del caminante, ya que los albergues han tenido que mantenerse lo más discretos posible para no ser señalados o acusados en su funcionamiento, si bien no han realizado actividades ilegales. Por esto, es muy poca la visibilidad que buscan o que alcanzan a tener, lo que podría ayudarlos a obtener más apoyos o ayudas. 

Cooperación internacional

Los espacios de cooperación internacional están construyéndose desde junio de 2020. En un inicio, eran muy pocas las organizaciones internacionales que tenían alguna participación en la ruta y, generalmente, lo hacían por medio de algunos líderes sociales en las comunidades de acogida o a través de algún puesto de atención para heridas, como la Cruz Roja. Este es el caso de varios albergues y centros de atención que han recibido de manera aleatoria ciertas donaciones, lo que implica una presencia fluctuante. En otros casos, algunas organizaciones locales han recibido apoyo de la diáspora venezolana para fortalecer proyectos que promueve la cooperación internacional. Estas dinámicas entre organizaciones locales y cooperación internacional se mantienen hasta el día de hoy. 

Desde mediados de 2021, la cooperación internacional, junto con el gobierno nacional y gobiernos locales, comienzan una nueva etapa para habilitar espacios más amplios, siguiendo estándares de registro biométrico, registro de kits entregados, verificación, cálculo y seguimiento de estos recursos. Este nuevo funcionamiento tiene como objetivo hacer una migración “segura y organizada”, siguiendo el lema de Migración Colombia, y extendiéndolo a la ruta del caminante. Al mismo tiempo, estos espacios dicen brindar un enfoque humanitario, que se expresa sobre todo por las ayudas alimentarias, servicios de enfermería, rutas de activación de protección para trata de personas y, en ciertos casos puntuales, transporte humanitario. Por estas razones, en los puntos de “atención” o de “orientación” se ofrece un servicio que se considera más organizado, ya que centralizan muchas organizaciones internacionales en un espacio específico, brindando un abanico de ofertas humanitarias. 

Si bien estos espacios ofrecen servicios importantes para la persona caminante, desde la atención hasta la orientación y la protección, podríamos señalar algunas limitaciones que nos mencionaron ciertos actores en campo: (i) la planificación de estos espacios no se hizo en complementariedad con la sociedad civil, sino con el objetivo de remplazar sus actividades; (ii) la sociedad civil no hace vida en estos espacios, lo que trae como consecuencia una suerte de competencia porque cada lugar reciba el mayor número de caminantes y, en consecuencia, de apoyos económicos; (iii) estos espacios no cuentan con transporte humanitario o tienen una cuota muy baja, que no permite atender muchos casos que no pueden movilizarse por cuenta propia, debido a una discapacidad o dificultad particular.

Hinchas o aficionados

Los hinchas o aficionados de equipos de fútbol son considerados unas de las principales amenazas para los caminantes. Según el portal web Infopalante, “estos grupos por lo general son violentos, arremeten contra los caminantes con diferentes tipos de arma blanca para quitarles sus pertenencias personales. Los agreden verbalmente, e incluso pueden llegar a cobrarles “vacunas” sólo para dejarlos transitar por ese lugar”. 

Isaac: ¿Los hinchas? Eso es hobbie. Cuando es tiempo de juego ellos buscan hacer mal. A menudo cruzan gente de equipos que ellos no quieren ver. Los que pasamos por aquí nos preguntan: “¿ustedes de qué equipo son? ¡Esto no les pertenece a ustedes!”. Muchos venezolanos de regreso dicen que tienen que armarse. Hemos visto a personas con pie cortado por accidentes.
(Isaac, Alto Pamplona, 20 años, 2021)

Durante el primer viaje que realizamos, cruzamos un grupo de dos amigos que habían sido agredidos por hinchas en la ruta Los Patios-Pamplona. Según nos cuentan, habían decidido subirse a una gandola para avanzar más rápido en el camino, ya que estaban muy cansados. Una vez allí, se subieron dos personas de origen colombiano que les pidieron dinero o pertenencias de valor. Como ellos no cargaban nada de valor ni dinero, una de las personas apuñaló al joven venezolano y le quitó el bolso. Para evitar ser agredidos aún más, los dos chicos se lanzaron a la calle cuando la gandola aún estaba rodando, lo que les causó heridas. Uno de los jóvenes cojeaba por este accidente.

VERBO, OBJETO Y SUJETO

¿Qué significa caminar?
“Soy un peatón, nada más”
Rimbaud

Caminar es la manera más lenta en la que una persona puede avanzar. Se trata de un acto despacioso, pobre, humilde, universal, del que parece que hay mucho poco que decir . Mientras uno camina, la presencia del espacio se instala en el cuerpo, lo marca, lo estigmatiza, lo determina. Georges Perec (2016) dice que cuando uno camina « se aprende la transparencia, la quietud, la inexistencia. Aprendes a ser una sombra y a mirar a los hombres como si fueran piedras » . Algunos autores señalan que para caminar no se requiere un rol, un estatus, ni siquiera un personaje, sino tan solo un cuerpo. ¿Es este el tipo de caminante que aparece cuando estudiamos la ruta desde Cúcuta hasta el Páramo de Berlín?

Desde el inicio de nuestra investigación nos dimos cuenta de que el caminante no era una expresión de búsqueda de libertad, sino más bien de una huida constante —¿tal vez una expresión de una libertad al mínimo? Además, el cuerpo del caminante sí tiene un rol, un estatus y una identidad particular que viene asociada a su condición precaria y vulnerable, tanto en lo social, jurídico y político. En lo social y lo jurídico, los caminantes son percibidos generalmente como personas en transición, ya que tienen una ciudadanía precaria (buscando acceder a documentos para tener derechos) o, simplemente, indocumentados. Como consecuencia, no cuenta con derechos mínimos de protección, fuera de los espacios excepcionales humanitarios. Consideramos que la transición también es una condición de precariedad política del caminante, ya que “el término tránsito denota el momento y el espacio en que están más desprovistos de la protección del Estado y, por tanto, son más vulnerables a la delincuencia, la explotación, las lesiones y la muerte” (Coutin, 2005) .

Desde los albergues y los puntos de atención que visitamos, quisimos indagar qué era un caminante desde sus propias voces. ¿Acaso se consideraban aventureros, refugiados, migrantes? ¿vagabundos del mundo? ¿errantes? Al hacer la pregunta “¿cómo le explicarías a una persona que está del otro lado del mundo qué significa ser un caminante?” algunas de las respuestas fueron:

Isaac: Un caminante es una persona súper fuerte en todos los sentidos, imagínate para aguantar frío, hambre, no bañarse, no descansar, un caminante es una persona súper fuerte que en realidad yo admiro y ahorita me veo yo en ese papel y no sabía que yo era capaz y mírame aquí. (Isaac, 20 años, Alto Pamplona, 2021)


Enrique: De mi parte, como dirían en Venezuela, una persona arrecha, es caminar sin rumbo y sin rendirte, siempre llevar en tu mente el propósito por el cual viniste, que es el que te hace no devolverte y que tú te viniste para ayudar y mejorar, porque nosotros nos vinimos nosotros y nuestra gente nos quedó allá, y si no he desayunado, lo que tenemos para desayunar, almorzar y cenar allá en mi país somos bendecidos y orando porque nuestras vidas siempre tengan desde que me levanto hasta que te acuestas en la noche. (Enrique, 19 años, Alto Pamplona, 2021)


Yorgelis: Un caminante es una persona que no se baña, duramos días sin bañarnos, caminamos, pasamos sed, dormimos en la calle, corremos riesgo de peligro, este, donde tienes que trasnocharte y no dormirte por lo menos si llevas unos niños porque si te descuidas te quitan un niño y se lo llevan, lo pasan a Perú donde les quitan los organismos a los niños, también supe eso que también a los niños los pasan para allá y venden los órganos. (Yorgelis, 31 años, Pamplona, 2021)


Josefina: Un buen caminante es que tenemos 2 días, 3 días sin bañarnos, dormimos en la calle, esperando que llegue una lluvia y nos mojamos, y no descansar hasta que, ahí cuando voy a llegar a un sitio donde nos puedan ayudar, muchas cosas que uno se hace en su imaginación. (Josefina, 38 años, Pamplona, 2021)

La forma en que nos movemos moldea las capacidades que tenemos de desplazarnos social, económica y políticamente, afectando nuestras creencias e ideología sobre la libertad y nuestros derechos. ¿Hasta dónde podemos llegar? ¿Eué derechos tenemos para desplazarnos? ¿Dónde podemos quedarnos? Estas son algunas preguntas básicas a las que se enfrentan los caminantes. En algunos casos estas preguntas se convierten en una fuente de conflicto durante la ruta. Por ejemplo, la mayoría de los caminantes no entienden que no pueden utilizar los baños públicos sin pagar, ya que no tienen dinero con ellos, o por qué no pueden dormir en plazas públicas, o por qué les niegan un vaso de agua en algunas comunidades, o por qué no pueden subirse a un autobús. Estos son pequeños actos que ellos consideran inhumanos o que sienten que los limitan como personas.

Caminar verbo intransitivo

Desde nuestra propuesta, comprendemos que “walking is not just what a body does; it is what a body is” / “caminar no es solo lo que un cuerpo hace, es lo que un cuerpo es” (Ingold & Vergunst, 2008)  . De modo que en este estudio comprendemos y definimos al caminante como su cuerpo lo expresa: desgaste, vulnerabilidad, desprotección, precariedad, desinformación, erranza y desorientación. Estas condiciones nos permiten establecer que se trata de una categoría que comparte características con personas refugiadas, pero que no recibe el mismo reconocimiento ni tratamiento en sus necesidades de protección . Por esta razón, no es necesario darle mucho al caminante, basta con ofrecerle lo suficiente para que avance y sobreviva, es decir, tratarlo como una persona precaria ignorando sus vulnerabilidades. Este tipo de tratamiento político parece dar origen al origen de una nueva clase socioeconómica, la de los caminantes. 

Al finalizar nuestra investigación sobre qué era un caminante nos surgió otra pregunta que no pudimos desarrollar más a fondo en esta fase, ya que no estaba contemplada en el marco del proyecto, que es: ¿por qué el caminante camina? 

A partir de intercambios con actores humanitarios y políticos, lo que pudimos hallar es que el caminante no puede tomar ningún medio de transporte público por su condición irregular. De igual forma, cualquier persona que transporte a un caminante puede ser multado y/o acusado de tráfico de personas. Por su parte, si bien la cooperación internacional está realizando esfuerzos para abrir cupos para transportar a caminantes, estas cuotas tienen dos trabas: primero, que se elaboran con criterios muy estrictos y cerrados desde el grado de vulnerabilidad de las personas. Por ejemplo, durante nuestros viajes, encontramos personas con capacidades especiales así como personas LGBT que habían sido violentadas, pero que no cumplían con estos criterios y que entonces debían avanzar por su cuenta, a pesar de sus temores y traumas. Segundo, para garantizar un transporte a caminantes estos deben encontrarse “regularizados” (es decir, con documentos legales en Colombia), lo que representa una situación excluyente, ya que la mayoría de los caminantes son personas que vienen huyendo del país, sin papeles ni información sobre cómo obtener documentos oficiales en Colombia. En conclusión, el caminante no sería caminante, o al menos no se aumentarían sus vulnerabilidades y peligros, si existiera el acceso a un verdadero transporte humanitario.

“Para mí, el caminante es como el escenario de mayor vulnerabilidad, de mayor complejidad, de mayor protección de derechos de la persona que viene proveniente de Venezuela, para mí el caminante debe tener un escenario de protección mucho más frecuente, mucho más recurrente, con mayores estándares porque sus índices de vulnerabilidad son muchos más fuertes que cualquier otro migrante en cualquier otra condición”. 
(Diego García, director del GIFMM Norte de Santander, Cúcuta, 2021)